
Miles de orangutanes como este son cazados, maltratados o privados de su alimento cada año. La deforestación, la codicia humana o directamente el ensañamiento podrían acabar con la especie en veinte años.
La palabra malaya que designa a los orangutanes significa literalmente «persona del bosque». No hay más que observar a uno de ellos para entender por qué los llaman así. Pero eso no impide que los orangutanes de Indonesia estén en peligro de extinción.
La deforestación, la explotación de los bosques por el cultivo intensivo para la extracción del aceite de palma, la minería… han reducido su hábitat natural y han confinado a la mayoría de ellos a un pequeño rincón de la isla de Sumatra. El orangután de Sumatra (Pongo abelii) es una de las tres especies que existen. Las otras dos, el de Borneo (Pongo pygmaeus) y el de Tapanuli (Pongo tapanuliensis), no están mejor. Entre todos, apenas suman diez mil ejemplares.
Los orangutanes pasan el 90 por ciento de su vida subidos a los árboles, así que la deforestación hace imposible su subsistencia. Pero además deben hacer frente al maltrato de los seres humanos, que los cazan (solo en Borneo se ha documentado la caza de más de 1500 al año) o los venden y los convierten en animales de compañía o para la exhibición… o incluso para la prostitución. En Borneo han sido rescatadas algunas hembras de prostíbulos.
Los orangutanes macho son, en comparación con las demás especies de primates, animales solitarios. Las madres y sus hijos, sin embargo, comparten un fuerte vínculo. Las crías se quedan con sus madres durante seis o siete años hasta que tienen las habilidades necesarias para sobrevivir por su cuenta.